Una de las estampas más reconocibles de la tierra manchega es sin duda la de los molinos de viento, siendo el conjunto de Consuegra uno de los más representativos y pintorescos, en el que podemos encontrar además el Castillo de la Muela.
Sobre el cerro Calderico, a cuyos pies se levanta la localidad toledana de Consuegra, se ubican doce molinos de viento de estilo manchego construidos entre mediados del siglo XVI hasta finales del siglo XIX. Los vestigios atestiguan que llegó a existir uno más, que no ha sobrevivido hasta nuestros días.
Los que sí lo han hecho han sufrido numerosos arreglos y reconstrucciones de mayor o menor calado, llegando a la actualidad despojados de su uso tradicional pero con la nueva visión de mostrar al visitante estos enormes ingenios que en tiempos pasados tuvieron una gran importancia en la economía de la zona.

¿Por qué se construyeron los molinos de viento?
La Mancha es una tierra escasa en cursos de agua pero con unas llanuras extensas en las que desde antiguo se cultiva el cereal. La necesidad de realizar la molienda de esta producción llevó a adoptar el molino de viento como solución para transformar el fruto de la tierra en alimento para sus habitantes.
Para ello eran especialmente valiosas las ubicaciones elevadas, como ocurre con el mencionado cerro Calderico, que sirve de plataforma elevada para que estas enormes maquinarias puedan atrapar la mayor cantidad de viento posible.
Una máquina compleja
El concepto sobre el que se basa el molino de viento es a priori sencillo, pero no así el conjunto de técnicas que han de utilizarse para materializar esta idea. Desde el eje de las aspas que, movidas por el viento, constituirán el motor del molino, parten otros muchos mecanismos que hacen posible su funcionamiento.
Engranajes de madera, como la llamada «rueda catalina», transmitían el movimiento hasta las enormes piedras volandera y solera, con cuyo movimiento se trituraba el grano.
Su diseño sigue la tipología de molinos de los Países Bajos, en forma de torre, pero con un aspecto adaptado a la zona y con carácter típicamente manchego. Así pues, su forma cilíndrica, encalada en luminoso blanco, y coronada por un capirote cónico de madera y zinc, es uno de los símbolos más famosos de La Mancha y de España.
El castillo de la Muela, uno de los mejor conservados de la zona
Según las fuentes históricas, el castillo de la Muela data de la remota época visigoda, habiendo sufrido varias remodelaciones y reconstrucciones a lo largo de su historia. Se trata de una circunstancia muy habitual en este tipo de edificaciones.
La primera reconstrucción correría a cargo del famoso militar Almanzor, durante el dominio árabe de la zona en torno al siglo X. Después de varias vicisitudes el castillo pasó definitivamente a manos castellanas en el siglo XII, siendo restaurado de nuevo, esta vez por los Caballeros Hospitalarios.
Posteriormente fue utilizado por los caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén, tomando su forma actual. Muchos siglos después, los soldados franceses que participaron en la invasión de España por parte de Napoleón causaron grandes destrozos al retirarse del mismo, dejándolo casi destruido.
Después de muchos años de abandono, ya en la segunda mitad del siglo XX, el castillo comenzó a recuperar su esplendor al ser adquirido por el Ayuntamiento de Consuegra, que desde entonces ha ido restaurando esta importante construcción.
Bien de interés cultural
Desde el año 2008 el conjunto de los molinos y el castillo está declarado como Bien de interés cultural, en la categoría de sitio histórico. Esta declaración es una figura jurídica utilizada en España para proteger el patrimonio histórico nacional.
Sin duda se trata de un lugar digno de ser visitado y desde el cual podremos divisar la inspiradora inmensidad de la llanura manchega al mismo tiempo que descubrimos el interior y exterior de los famosos molinos de viento y un castillo cargado de historia.